Notas de CD
Si tuviéramos que definir a Derribos Arias con una sola palabra, ésta sería CAOS. De este caos a veces surgía algo interesante y otras aburríamos hasta a las ovejas. El catalizador y principal responsable de todo aquello era Poch, una de las personas más fascinantes que he conocido nunca y a quien debo agradecer el que me diera la oportunidad de vivir la música como actor (más bien secundario) y no como espectador. Debajo del personaje de Poch (extravagante, pintoresco, excesivo) se encontraba un excelente compositor, un guitarrista intuitivo y original como pocos, y un intérprete dotado de un extraño magnetismo, cualidades que no todo el mundo supo apreciar en su momento.
Juan Verdera era, y sigue siéndolo, un músico sólido e imaginativo y con su bajo Fender Precision sin trastes contribuyó en gran medida al particular sonido del grupo, trascendiendo el papel que este instrumento suele tener en el rock. El que suscribe manejaba la caja de ritmos, un Korg monofónico y una Telecaster y, aunque dicen que quien mucho abarca poco aprieta, creo que con el tiempo conseguí una forzosa destreza en su manejo. El batería durante la época de mayor popularidad de Derribos Arias fue Manuel Moreno (aka Paul), quien dio a nuestros directos de aquel tiempo una contundencia que ninguna máquina podía proporcionar.
No puedo dejar de mencionar a Ñete y a Deme Gómez, que en la última y menos agradecida etapa del grupo se encargaron de la batería y la guitarra respectivamente. Por desgracia no llegaron a grabar como Derribos Arias pero con ellos dimos algunos de nuestros mejores conciertos.
La mayor virtud que tuvo el grupo fue la de mezclar sin autocensuras ni prejuicios todo tipo de estilos aparentemente incompatibles: Onda Siniestra, Bubblegum, Psicodelia, Pop, Punk, Rock Alemán y Disco, Derribos Arias era como una esponja que absorbía todo para luego regurgitarlo. De ahí la incapacidad de los críticos para etiquetar nuestro trabajo y de ahí también su desconcierto a la hora de juzgarlo. Aunque esta ausencia de criterio a la hora de juzgar la música del grupo fue probablemente nuestro peor defecto. La autoindulgencia y la irregularidad son pecados veniales y casi inevitables cuando uno empieza, pero se convierten en un pesado lastre cuando tienes que responder a las expectativas creadas ante un público que ha comprado su entrada o su disco. Cuando conseguimos paliar estos defectos el interés de medios y público se había enfriado y la disolución no se hizo esperar.
Pero en nuestro mejor momento, creo sinceramente que conseguimos evitar algunos de los males que aquejan recurrentemente al rock nacional: la falta de sentido del humor, la pretenciosidad, el excesivo mimetismo, y la penosa imagen que suelen tener los grupos españoles. Todavía puedo mirar nuestras fotos de la época sin que me entre la risa, cosa que no muchos grupos contemporáneos nuestros pueden decir.
Alejo Alberdi
Julio de 1996
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